Temor, mas no temores

Dicen los psicólogos y quienes conocen el  tema, que muchas personas vienen al mundo, con ciertos temores, entre ellos por ejemplo a escuchar un ruido fuerte, caer de su propia altura etc.

Siendo  niño aún, recuerdo cosas que me producían ciertos miedos. Vivíamos en una vereda a solo 3 km del pueblo, había dos tiendas o fondas como se les llamaba en ese tiempo; ambas quedaban a la misma distancia y de vez en cuando me enviaban a comprar algo, cuando escaseaba. En una ocasión, yendo para la tienda que quedaba cerca de la escuela, divisé a lo lejos a un hombre joven de tez negra, que venía hacia mí, cuando estuve casi al frente, pude observar que le faltaba un ojo. Esto me produjo pánico e inmediatamente corrí de regreso a casa, sin haber traído el encargo de la tienda. Siempre sentía cierto miedo hacia personas que tenían algún defecto físico o sufrían de problemas mentales.

Una vez tuve que ir a un mandado de mis padres a casa de unos amigos, que vivían en un lugar llamado La Vega. Para llegar hasta allí, era necesario pasar por un lugar, donde había una ceiba de considerable altura; al acercarme y mirar su copa, sentí un miedo tremendo, pues me parecía, observando las nubes, que no eran estas las que giraban, sino el árbol que se movía dando la impresión que se iba abajo; esto me causó pánico y como la vez anterior sin pensarlo dos veces, corrí  a toda prisa con esa extraña sensación de miedo…. Llegué a casa más rápido de lo que pensaba. Para ese tiempo mi edad oscilaba entre los 7 y 8 años.

Pasando los años fui venciendo muchos de estos temores, no obstante hay algunos que aún persisten, como es el miedo a la altura y la mucha velocidad. De esta última puedo decir que estando ya un poco mayor de treinta años, tuve la oportunidad de visitar con unos hermanos en la fe, una finca en la parte alta de la cordillera occidental cerca a un lago. Pasamos muy bien el día. El  hermano que nos transportaba ya de regreso en la noche, conducía una camioneta de muy buen rango de velocidad; toda la vía era en descenso hacia el Valle del rio Cauca. Después de un rato de camino me dio por observar el medidor de velocidad y ya el tablero sobrepasaba los 120 km por hora, ritmo que no es normal en nuestro medio ya que las vías no  son tan amplias. A partir de ese momento, me sobrecogió un miedo espantoso; cuando  llegamos al primer pueblo de la planicie, me dolían mis brazos  y manos de apretar el asiento con fuerza, de igual manera mis mandíbulas y ese día prometí no andar con esa clase de conductor…. Claro que mi aprecio hacia él sigue siendo igual.

De esa clase de temores nos habla la palabra del Eterno, por ejemplo: …….no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo……. SALMOS 23:4  - No temerás al terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni  mortandad que en medio del día destruya. SALMOS 91:5,6. En todas estas circunstancias, la palabra Bendita, tiene  promesa de protección.

Sin embargo, existe otra clase de Temor y es la sujeción y gran reverencia hacia nuestro SUPREMO REY. Este temor es reverencial, pues no se trata de miedo,  como el de las experiencias narradas. Hoy que somos conocedores de la Bendita Palabra del Eterno, hemos aprendido a diferenciar los temores que son nuestros y forman parte de nuestra flaqueza, del verdadero Temor que proviene de Dios. De este último nos dice ISAIAS 8: 13 Al Señor de los ejércitos, a El santificad, sea El vuestro Temor. En el libro de los SALMOS 2: 11  dice: Servid al Señor con temor, y alegraos con temblor. En fin, son muchas las citas que nos hablan de ese VERDADERO TEMOR. De  manera hermano y amigo, que es mejor TEMOR MAS NO TEMORES.

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