No perdamos nuestra identidad

Es curioso mirar cómo muchas personas se esfuerzan por agradar a los demás y en esta constante preocupación, se olvidan de sí mismas; a esa clase de actitud le podríamos llamar apariencia. Hoy existe una cantidad de hermanos arrastrados por ese espíritu, quienes ya no se conforman con las sanas palabras del Señor, sino que por buscar comodidad, prefieren atender a fábulas y vanas enseñanzas. La influencia es tal sobre estas personas, que salta a la vista el cambio, pero no para bien, pues aquel que antes se destacaba por su humildad y sencillez, se torna altivo o a veces retraído, pues van copiando el modelo de sus nuevos enseñadores.

El apóstol Santiago hace un elogio de la humildad diciendo: El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas. Santiago 1: 9, l0, ll.

Nuestro amado hermano Pablo en sus cartas, también aconseja con gran solicitud sobre este aspecto: Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Filipenses 4: 2. Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Filipenses 4: 5.

No permitas mi hermano y amigo, que el enemigo te robe ese tesoro de la humildad y la sencillez, que te caracterizaron en los días de tu primer amor con el Señor. El quiere que seamos íntegros. Delante de los hombres quizá podamos fingir, pero Dios nos conoce bien. Que el Eterno te bendiga.
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José Rubiel Pineda G.

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