Nuestro alrededor

La maldad siempre ha existido, pero parece que con el tiempo ha tomado su ritmo y ésta nos da la impresión que reclama a gritos la ira de Dios, pues su paciencia es lo que detiene ese momento que no quisiéramos, hasta no estar preparados y en paz con El.

Hasta hace algunos años, vivir en el campo era un deleite, respirando aire fresco, contemplando tan hermosos paisajes que nos brinda nuestro medio, llevando una vida sosegada, desempeñando cada uno su labor y reposando en la noche tranquilamente sin nada que interrumpiera su sueño. Recuerdo allá en mi vereda, que cuando se presentaba un hecho violento era toda una novedad y producía hasta espanto en las gentes. Hoy tanto en los campos, como pueblos y ciudades, la indiferencia es total, pues nos acostumbramos a convivir con la violencia. Muere alguien de manera trágica y las personas pasan de largo, sin importarles lo más mínimo.

Salgo de mi casa y cuántas cosas puedo contemplar en mi derredor. En treinta seis años que llevo en mi ciudad, digo así porque ya dejó de ser un pueblo grande, he podido observar el progreso en muchos aspectos, pero al igual que la ciudad crece, también aumentan sus problemas. La crisis económica ha hecho que muchas personas se aventuren, abriéndose paso en las grandes ciudades, con trabajos informales y aquellos carentes de buenos principios, optan por la delincuencia, pues el medio que los rodea, ejerce tal influencia, que son atraídos al mal.

Amigo y hermano, hoy vemos que la maldad ha tomado un rumbo veloz y afecta en todos los ámbitos, pues el dios de este siglo, que es el mismo Satanás, ha enceguecido el entendimiento de los hombres, haciendo que en su mente se maquinen pensamientos perversos, que luego se convierten en los resultados desastrosos que hoy vemos: robos, homicidios, prostitución, violencia intrafamiliar etc. Un panorama triste, es ver personas entregadas al abandono total, pues han perdido su autoestima, pues en su mente repercute la idea diabólica de que ellos son una escoria de la sociedad, que han perdido toda participación.

Casi todo cuanto sucede, es producto de la injusticia social, pero asimismo de la mala influencia y de ello la mayoría tenemos culpa, pues en muchos hogares no se ha impartido buena instrucción, acompañada de ejemplo, pues nuestros hijos copian más nuestro ejemplo que nuestras palabras. Lastimosamente en un país tan violento como el nuestro, es lamentable que medios de comunicación como la TV, añadan más violencia en sus programas, deteriorando aun más la imagen que tenemos en el exterior y contribuyendo así a agravar más nuestra situación.

Por fortuna, en medio de tantas tinieblas, la antorcha de la palabra sigue iluminando y la voz de nuestro Amado Jesús sigue diciendo: He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. APOCALIPSIS 3:20. Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados que yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas. MATEO 11:28,29.
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José Rubiel Pineda G.

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